La sesión, celebrada en español, atrajo a una audiencia interesada en profundizar en las implicaciones estratégicas de las tierras raras y en las tensiones geoeconómicas derivadas de su concentración geográfica. Para abordar esta temática, INCIPE contó con la intervención de María Dolores Algora Weber, pionera en el estudio de estos recursos en España, investigadora del Centro de Seguridad Internacional de la Universidad Francisco de Vitoria, colaboradora del CESEDEN y profesora de Relaciones Internacionales en varias universidades españolas.
La profesora Algora Weber comenzó su intervención subrayando la relevancia de las tierras raras en el actual escenario global, impulsadas por dos procesos paralelos e interconectados. Por un lado, el cambio climático ha despertado una mayor concienciación global en torno a la seguridad climática, lo que ha llevado a los Estados y organizaciones internacionales a promover las energías renovables. Por otra parte, este proceso se entrelaza con la nueva revolución tecnológica del siglo XXI, marcada por la robotización, la digitalización de los procesos de producción y el auge de la minería con fines industriales. La convergencia de ambos factores ha dado lugar a una transición energética global, en la que los minerales críticos y, en particular, las tierras raras, desempeñan un papel fundamental para garantizar la seguridad estratégica.
Estos factores han supuesto un aumento de la competencia internacional por el acceso y el procesamiento de los minerales críticos, dinámica que afecta tanto a grandes potencias como a otras emergentes, como los países integrados en los BRICS. Aunque se encuentras distribuidas en distintas regiones del planeta, no todos los países poseen capacidad técnica para explotarlas, lo que condiciona las alianzas geoestratégicas entre Estados. A ello se suma un nuevo orden mundial marcado por la rapidez de los transportes y las comunicaciones, que ha situado en el centro del debate el concepto de seguridad humana, estrechamente vinculado a la defensa y a la carrera armamentística, donde los minerales adquieren un valor estratégico creciente.
Algora Weber añadió que las tierras raras son esenciales para sectores clave como la electrónica, la defensa y las energías renovables, entre otros. Su condición indispensable plantea nuevos retos relacionados con la localización de las reservas, los procesos de extracción y almacenamiento, así como el abastecimiento de las cadenas de suministro.
Las tierras raras comprenden diecisiete elementos químicos, principalmente óxidos y metales, con propiedades magnéticas, electrónicas y ópticas fundamentales para la producción de energías limpias. Además, son esenciales para la fabricación de baterías para vehículos eléctricos, turbinas eólicas, pantallas digitales e uso militar; como equipos de vigilancia, drones, armamento y reactores para bombas nucleares. Sin embargo, estos elementos suelen encontrarse mezclados en los yacimientos con otros minerales, como fosfatos y uranio, lo que dificulta y encarece los procesos de extracción y refinamiento, una inversión que hasta hace pocos años no resultaba económicamente rentable.
China ha sido descrita como el “magnate” de las tierras raras, al concentrar el 38 % de los depósitos mundiales, unos 44 millones de toneladas, además de liderar la producción global con una cuota del 62%. Su producción ha crecido de 50.000 toneladas en 1996 a 132.000 en la actualidad y mantiene bajo su influencia a otros grandes productores como Myanmar y Vietnam. Estados Unidos ocupa el segundo lugar, con un 12,2 % de la producción mundial y 26.000 toneladas anuales, aunque sus reservas apenas alcanzan 1,8 millones de toneladas de tierras raras. Por su parte, Rusia posee 12 millones de toneladas en su territorio, pero su capacidad productiva es limitada, con solo 2.700 toneladas anuales.
La distribución de estos recursos genera tensiones internacionales, por factores como la dependencia de las importaciones, la competencia por el acceso y la extracción, y la comercialización. Según Algora Weber, la producción determina el liderazgo mundial, no la posesión de estos recursos, lo que explica la rivalidad entre China y Estados Unidos.
En la década de 1990, el presidente chino Deng Xiaoping afirmó que, mientras Oriente Medio poseía petróleo, China tenía tierras raras, una realidad que se ha consolidado en la actualidad, marcada por la reciente entrada del gigante asiático en el mercado global tras su adhesión a la OMC en 2001, su ambición de convertirse en potencia mundial a través de la Nueva Ruta de la Seda y el proyecto Made in China 2025, y el crecimiento exponencial de su inversión en I+D.
Durante su primer mandato, Trump aplicó una política comercial basada en el aumento de aranceles a las exportaciones chinas, argumentando que la dependencia de Estados Unidos, especialmente de minerales críticos, comprometía la seguridad económica estadounidense. Algora Weber señaló que en el curso de un segundo mandato de Trump la eventual rivalidad entre ambos países supondría una amenaza para el sistema económico mundial. En este escenario, las tierras raras también juegan un papel central en la resolución del conflicto en Ucrania, ya que se estima que el país alberga cerca de un centenar de yacimientos sin explotar y que alrededor del 40% de los minerales críticos se concentran en el Donbás, territorio actualmente ocupado por Rusia. El interés estadounidense no solo busca evitar que estos recursos caigan en manos rusas, sino también reducir su propia dependencia de China.
Al final de su intervención, Algora Weber subrayó la presencia de tierras raras en otras regiones del mundo como el Sahel y Sudáfrica, el subsuelo de Afganistán, los países el Golfo, y especialmente en Turquía, donde se han descubierto recientemente yacimientos sin explotar que podrían situar al país como el segundo con mayores reservas, solo por detrás de China. También mencionó los esfuerzos de la Unión Europea en el desarrollo de tecnologías ambientales innovadoras y sostenibles y su dependencia de las importaciones en este sector: cada año, la UE adquiere tierras raras por un valor superior a los 350 millones de euros, en su mayoría procedentes de China. En paralelo, destacó los avances europeos en la extracción etnoesférica, una técnica de reciclaje que permitiría recuperar estos minerales incluso de envases plásticos.
Para concluir, la investigadora puso en valor la riqueza minera de España, que cuenta con recursos estratégicos como coltán, litio y uranio, así como yacimientos de tierras raras en la provincia de Ciudad Real.
La sesión virtual concluyó con una ronda de preguntas centrada en la gobernanza global de las tierras raras, el papel de organismos como el G20 y el G7, y el dominio de China en este ámbito.
Marina Urizarna
Asistente de comunicación, INCIPE