La sesión se desarrolló en español y congregó a una audiencia interesada en comprender la actual situación geopolítica del Ártico, en un momento en el que las tensiones entre las potencias regionales se han incrementado por factores como la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, el inicio de la guerra en Ucrania, y la aceleración del cambio climático, que ha puesto en relieve la multitud de recursos disponibles en el Ártico. Para ello, se invitó a participar a Elena Conde, que cuenta con una destacada labor investigadora liderando proyectos internacionales en la región ártica.
Elena Conde comenzó su intervención destacando la profunda relación entre la geopolítica y el Derecho Internacional, especialmente en el Ártico, región a la que definió como un norte circumpolar muy complejo en términos geopolíticos, humanos y económicos, y que comprende ocho países: Rusia, Canadá, Noruega, Dinamarca (a través de Groenlandia y las Islas Feroe), Estados Unidos (a través de Alaska), Suecia, Finlandia e Islandia, todos ellos miembros del foro político regional denominado Consejo Ártico.
En términos sociales, en el Ártico hay una gran diversidad de pueblos indígenas —como los Inuits, Yapik, Saamis o Chukchi—, cuya supervivencia se ha visto amenazada no solo por las condiciones extremas, sino también por el colonialismo y el cambio climático. Este último ha transformado el ecosistema y revelado la abundancia de recursos disponibles en la región. El rápido deshielo ha abierto una ventana de oportunidades, como el establecimiento de nuevas rutas de navegación comercial, pero también ha planteado nuevos retos geopolíticos. Elena Conde subrayó que el Ártico se encuentra actualmente en el centro de una vorágine de explotación de los recursos, tanto fósiles y minerales, como de transporte y turismo.
En un segundo bloque temático, la profesora Conde señaló cómo, en apenas unos años, la región ha pasado de ser un centro de cooperación a un entorno de enfrentamiento y ruptura. Las primeras «rupturas árticas«, como las denominó Conde, comenzaron a manifestarse durante el primer mandato de Donald Trump, seguido de varios puntos de inflexión en 2022 debido al conflicto en Ucrania, y 2025, con el regreso de Trump a la Casa Blanca. Desde 2017, se ha evidenciado que en el Ártico se ha hecho realidad lo que diversos investigadores y analistas han identificado como el final de un periodo de anormalidad en la historia: el final del orden liberal global vivido desde el final de la Segunda Guerra Mundial, una realidad de la que el Ártico no ha escapado.
Siete de los ocho Estados árticos, a excepción de Rusia, pertenecen a la Alianza Atlántica. A raíz de la guerra en Ucrania, la colaboración en el Consejo Ártico con Rusia ha cesado, lo que ha generado uno de los principales frentes de confrontación en la región. Por otro lado, se ha producido una progresiva militarización del Ártico por parte de la OTAN, y se han desarrollado intereses defensivos y ofensivos.
Además, se ha puesto de manifiesto el creciente interés de las potencias mundiales por Groenlandia, debido a su posición estratégica en el trayecto de las principales rutas marítimas. El presidente Trump ha expresado repetidamente su deseo de adquirir la isla para ampliar su territorio ártico, que actualmente se limita a Alaska, dónde también anunció la apertura de una subasta pública para la concesión de licencias para la explotación petrolera y gasística del Refugio de Vida Silvestre del Ártico. Conde expuso que el Refugio, situado en Alaska, alberga la mayor variedad de especies animales y vegetales de la región. Sin embargo, el gobierno estadounidense valora en mayor medida la posible existencia de reservas de petróleo y gas en sus suelos.
Elena Conde también abordó uno de los temas de mayor actualidad: la creciente presencia de China, vista tanto con preocupación como con interés. En su estrategia ártica publicada en 2018, China reclamó sus derechos sobre los recursos árticos, alegando que debían ser proporcionales a su población. El interés de China en torno al Ártico radica en la iniciativa Belt and Road (la Franja y Ruta), una Nueva Ruta de Seda china que plantea proyectos de inversión en infraestructura y desarrollo. Uno de estos proyectos contempla la creación de un pasaje económico azul para llegar al norte de Europa a través del océano Ártico, una estrategia que conecta los intereses chinos con los de Rusia, ya que el trayecto pasaría por la Ruta Marítima del Norte, un paso oceánico de 6.000 kilómetros que bordea las costas rusas y que se ha abierto recientemente debido al deshielo del Ártico.
Para concluir su intervención, la profesora e investigadora Elena Conde presentó el concepto de lawfare, popularizado en los últimos años. Conde lo definió como una táctica jurídica sofisticada que busca deslegitimar a los adversarios, justificar acciones controvertidas, influir en la opinión pública y revestir todo el procedimiento con una apariencia de legalidad. Rusia es el principal empleador de estas tácticas y las ha utilizado de diversas maneras: en 2001 solicitó la extensión de su plataforma continental, propuestas que se extienden hasta 2023, y ha desplegado grandes infraestructuras en el desarrollo de la Ruta Marítima del Norte, a través de las cuales, gracias al lawfare, ha logrado el control absoluto de la travesía. A modo de conclusión, Conde destacó que el uso interesado del Derecho Internacional para reforzar posiciones estratégicas ha llevado al unilateralismo, representando un reto para la base jurídica internacional actual, que se fundamenta en el multilateralismo.
La sesión concluyó con un debate donde los participantes plantearon cuestiones acerca de los temas tratados, con especial atención a las consecuencias que podría tener la adhesión de Groenlandia a Estados Unidos, y al control de la defensa del Ártico por parte de potencias mundiales.
Marina Urizarna
Asistente de comunicación, INCIPE