La sesión se desarrolló en castellano y congregó a una audiencia interesada en comprender la estrategia europea para la transición energética y sus consiguientes desafíos. Para ello, contamos con Alberto Amores González, con una vasta experiencia en proyectos y asesorías para las administraciones públicas, los reguladores y el sector privado sobre las implicaciones del proceso de descarbonización europeo y los modelos de transición europea y española. Durante la sesión, Alberto Amores presentó un análisis de la estrategia de descarbonización europea, enfocándose especialmente en los retos que enfrentan los sectores económicos con mayores emisiones a la hora de cumplir los objetivos comunitarios. Destacó la complejidad de los objetivos de descarbonización, así como los principales pasos a seguir para asegurar su viabilidad en los distintos sectores económicos.
Alberto Amores inició su intervención refiriéndose a los objetivos generales que busca la descarbonización europea. De acuerdo con el ponente, la estrategia va más allá de frenar las emisiones de los estados miembro, que suponen apenas un 9% del total global. Los objetivos buscan reducir la enorme dependencia energética europea de los suministros de combustibles fósiles y el desarrollo de una nueva economía, competitiva y sostenible, a través de la reducción del coste energético que supone la introducción de las energías renovables.
Amores señala que la complicación de la descarbonización reside en que requiere, además de la entrada de las renovables en el sistema energético, un cambio estructural en el consumo europeo de energía. Esto significa un cambio estructural en el conjunto de los sectores económicos, lo que requeriría mucha innovación, inversión, la adopción masiva de nuevas tecnologías y modelos de negocio, y cambios en el comportamiento de las empresas, administraciones y ciudadanos.
Sin embargo, Alberto Amores destaca que los esfuerzos requeridos para cada estado miembro respecto a dichos cambios estructurales son muy diferentes, requiriendo un gran esfuerzo de negociación y de solidaridad entre los países europeos. Por otro lado, al poner el foco en los sectores de actividad resulta evidente que la mayoría de las emisiones se concentran en la generación eléctrica, la gran industria y el transporte por carretera. Amores señala la necesidad de entender las especificidades de cada sector clave para poder actuar sobre ellos.
La generación eléctrica, por ejemplo, es el sector con el recorrido más significativo en cuanto a cumplimiento de objetivos, puesto que ya existían las tecnologías necesarias para alcanzarlos. Aún así, Amores destaca que el 27% de este sector seguirá siendo emisor en 2030, aunque dichas emisiones estarán concentradas en Alemania, Polonia e Italia. La complicación de reducir aún más las emisiones del sector proviene de retos como los problemas de planificación, la falta de señales apropiadas por parte del mercado para invertir en las renovables, falta de agilidad en las tramitaciones administrativas y de aceptación social de la cercanía a infraestructuras, o discusiones sobre el rol del almacenamiento o de la energía nuclear.
En el caso de los sectores industriales y de transporte, los avances se hacen menos evidentes. Más del 40% de la industria a nivel europeo seguirá empleando combustibles fósiles en 2030. Mientras, el 23% de las emisiones en ese mismo año provendrán del transporte terrestre. En el caso de la industria, el mayor reto proviene de los problemas de desarrollo tecnológico en cuanto al rol de la electrificación en los procesos de alta temperatura. Respecto al transporte, la adopción del vehículo eléctrico se ve obstaculizada por la falta de disponibilidad de infraestructura de recarga, así como por los problemas administrativos que dificultan el aumento de la misma. Asimismo, el transporte de mercancías plantea otros retos relacionados con el rol que debe tener cada tipo de energía en su proceso de descarbonización.
Otros sectores relativamente contribuyentes son la edificación, responsable de un 12% de emisiones estimadas en 2030 y que en su mayoría procederán del uso de gas natural en climatización; y la agricultura, con un 16% de emisiones estimadas para ese mismo año. En el caso de la edificación, la solución requeriría la rehabilitación de las envolventes de los edificios, un proceso complejo no solo técnicamente, sino también en lo financiero. Respecto a la agricultura, las soluciones pasan por la economía circular, el consumo de productos sostenibles y el desarrollo de sumideros de carbono.
Para concluir, Alberto Amores señala que, aunque la complejidad de los objetivos es evidente, estos se hacen viables a largo plazo al plantear claves como el empleo de la tecnología disponible, el aumento de la inversión, o la simplificación de la regulación vigente. Además, Amores destaca como necesario comprender que la descarbonización es un cambio trasversal que precisa del apoyo ciudadano y de modelos de transición justa que cubran a la población más desfavorecida. La sesión finalizó con un debate donde los participantes pudieron plantear preguntas sobre los temas tratados. Este intercambio subrayó la relevancia de comprender los objetivos de descarbonización europeos y los desafíos derivados de ellos que afrontan los países miembros.
Lucía Rodríguez