El ex ministro García-Margallo dividió su ponencia en tres partes; iniciándola con un repaso de los principales acontecimientos de la última década, para posteriormente profundizar con una visión panorámica de la situación actual y, finalmente, propone posibles vías de acción de cara al futuro.
Según numerosos indicadores globales, esta década pasada ha traído consigo un deterioro de los derechos humanos y de las instituciones internacionales (a favor del proteccionismo y nacionalismo), un desplazamiento de la economía mundial hacia Asia Pacífico, la pérdida progresiva de presencia de la Unión Europea, un crecimiento de la conectividad global y, por último, la crisis sanitaria de la COVID-19.
En cuanto a la nueva década que afrontamos, hay multitud de ejercicios de prospectiva al respecto. Aquí destaca las llamadas mega-tendencias; fáciles de prever con consecuencias a largo plazo. Las más relevantes incluyen el cambio climático, el envejecimiento y crecimiento desigual de la población y el crecimiento económico asimétrico. A pesar de ello, se observan indicadores muy esperanzadores como el descenso de la pobreza extrema.
El proyecto europeo nació para suplir a tres carencias: paz, recuperar la prosperidad perdida y mantener una posición hegemónica en el marco internacional. Se concibió como una unión política para solucionar problemas de base política. Finalmente se apostó por una unión federal, pero siempre manteniendo los objetivos originales.
Para concluir, el ex ministro García-Margallo divisa una estrategia para avanzar hacia esa unión política que se divisaba en los orígenes de la Unión Europea. En primer lugar, es necesario fijar las fronteras, es decir, suspender las ampliaciones hasta que se recupere la estabilidad. Sería posible incluso considerar, paradójicamente, el Brexit como una oportunidad, ya que tradicionalmente han obstaculizado el proceso de unión política. En segundo lugar, convendría establecer un sistema escalonado, partiendo de círculos concéntricos: un núcleo federal, añadido a éste un anillo confederal con aquellos estados que no forman parte de la unión económica y monetaria y, finalmente, un círculo exterior más novedoso conteniendo a los estados que tengan acceso a todo menos a las instituciones.
Por último, señala las “asignaturas pendientes” de la Unión Europea, principalmente comprendiendo la revisión del Convenio de Dublín sobre inmigración y solicitantes de asilo, el establecimiento de una estrategia común de inmigración y una política de seguridad común real y efectiva, y el perfeccionamiento del mercado de capitales.
María de Alfonso