Rusia en un mundo globalizado y la Unión Europea: interacciones, tensiones y autonomía

El 8 de julio de 2021 INCIPE celebró el encuentro digital que clausuró el III Ciclo Grandes Potencias, dedicado a Rusia y organizado en colaboración con la Fundación Consejo España-Rusia. El evento, titulado ‘Rusia en un mundo globalizado y la Unión europea: interacciones, tensiones y autonomía’ contó con la participación como ponente de Javier Elorza, embajador representante permanente de España ante la UE (1996-2000) y Embajador de España en Rusia (2004-2007), entre otros. El acto fue presentado por el embajador de España y secretario general de INCIPE, Manuel Alabart. Tras la ponencia, se celebró una ronda de preguntas moderada por Vicente Garrido, director de INCIPE.

Javier Elorza comienza su intervención con una afirmación: “Las relaciones entre Rusia y la Unión europea están en su peor momento desde la caída de la URSS, y con perspectivas de alcanzar un mayor deterioro”. Desde que, en 2014 Rusia se anexionó Crimea, lo único que se ha conseguido es un conflicto congelado, provocado por la actitud de Rusia ante las sanciones, pero también por el inmovilismo tanto de Europa como de la propia Ucrania y llegando a un punto en el que el conflicto ha desbordado lo regional y ha pasado a condicionar todas las relaciones económicas y políticas entre la UE y Rusia.

Para entenderlo, hay que tener en cuenta que, cuando Putin llegó al poder, tenía tres obejetivos. Por un lado, la unidad y la estabilidad de Rusia, para lo cual cambia la legislación, de tal forma, que la potestad para elegir a los gobernadores recae, en última instancia, sobre él mismo, y aumenta a un  7% el umbral mínimo que necesitan alcanzar los partidos políticos para acceder a la Duma.

En segundo lugar, recuperar el poder económico de Rusia. Cuando llega al poder, levantó el PIB ruso, que había sufrido una fuerte caída durante el gobierno de Yeltsin, pero también cambió completamente la dinámica de la economía rusa, lo que se tradujo en un crecimiento del 7% anual acumulativo en términos reales entre 1999 y 2008. Obteniendo como resultado, una amplia victoria en las elecciones de 2004. En este punto Putin paraliza las reformas económicas comenzando una operación nacionalista deshaciendo las privatizaciones iniciadas por Yeltsin, de tal forma que habrá que esperar a 2018 para que Putin introduzca reformas económicas de más calado, como los programas nacionales e incorpore programas de desarrollismo de infraestructuras y de formación bruta de capital fijo.

El tercer objetivo de Putin era convertir a Rusia en un país con solvencia financiera total a través de la transformación de la economía para otorgarle reglas más ortodoxas. Esta estrategia resulto un éxito y, a día de hoy, es el cuarto país de mundo en cuanto a reservas, con la capacidad suficiente como para, junto a un Fondo Nacional de Bienestar que genero a base de ingresos del petróleo, soportar un bloqueo al gas ruso por parte de Europa, durante casi tres años.

A partir de que Putin cumple esos tres propósitos, la situación deja de ser tan buena. En este sentido Elorza destaca dos fracasos en la relación entre Rusia y la UE. El primero, derivado de un intento de formar una zona de libre comercio entre Rusia y la UE, acuerdos de los que Javier Elorza formó parte sin éxito porque “los sectores públicos más importantes del país juzgaron que era una maniobra muy peligrosa para su independencia y su soberanía e iba a ver reducido su capacidad de decisión y margen de maniobra.” El segundo en torno a la idea de suprimir los visados con la intención de “aumentar la osmosis entre la sociedad rusa y la europea” pero que no obtuvo la mayoría cualificada necesaria para su aprobación.

En cuanto a política exterior, Elorza considera que “Rusia se ha autoafirmado con Putin”, que se había propuesto, “no solo recuperar el poder político, sino también la posición de fuerza y poder y su esfera de influencia.” Para ello, desarrolla una estrategia sin expansión territorial, pero orientada al control de lo que considera su área de influencia, que era prioritariamente el triángulo formado entre Rusia, Ucrania y Bielorrusia. Este planteamiento es rechazado por la UE que no acepta que Rusia conserve esa zona de influencia y tampoco que aplique las reglas de la URSS para mantenerla como proponía Putin. De esta forma, tal y como desarrolla Elorza al final de su intervención “de aquí es de donde viene el conflicto de Crimea, que no deja de ser un nuevo enfrentamiento entre una URSS matizada y el mundo occidental y en el que todas las partes han querido mantener su posición y no enmendarse”.

Sofía Alfayate