El aislamiento de Rusia en Europa

El 10 de junio de 2021, INCIPE celebró el segundo encuentro dentro de la tercera edición del monográfico Grandes Potencias, dedicado a Rusia. El evento, titulado El aislamiento de Rusia en Europa se celebró de forma telemática y contó con la participación como ponente de Carmen Claudín, investigadora senior asociada de CIDOB, Barcelona Centre for International Affairs y analista experta en Rusia. El encuentro fue presentado por el secretario general de INCIPE y embajador de España, Manuel Alabart y, tras la ponencia, se celebró una ronda de preguntas moderada por Vicente Garrido, director de INCIPE.

Carmen Claudín comienza su intervención analizando la relación entre Rusia y los países europeos que, durante la Guerra Fría, formaban parte del área de influencia soviética. Países como Bielorrusia, Moldavia, Georgia, Ucrania, Armenia o Azerbaiyán, que enfrentan problemas internos o regionales en los que Rusia tiene un papel protagonista.

Para Carmen Claudín, “el problema para todos estos Estados independientes es que conforman la franja de territorio europeo considerada por Rusia como su cinturón de seguridad frente a occidente en general y frente a la Unión Europea en particular” Moscú justifica la necesidad de esa franja de seguridad en la expansión hacia el este de la Unión Europea y la OTAN, y, por ende, en que occidente no tiene en cuenta sus intereses de seguridad. De esta forma, el Kremlin considera, en palabras de la ponente, “que el acercamiento entre estos países y la Unión Europea no forman parte de la voluntad soberana de dichos Estados, sino el resultado de las maniobras de occidente para llevarlas a su redil y fragilizar a Rusia”.

Tal y como explica la ponente, Rusia legitima la intervención en los países europeos soviéticos en la promesa de proteger y defender los intereses y derechos de las minorías rusofonas en la región, lo que, puesto en perspectiva con la expedición masiva de pasaportes rusos desde 2002, ha desembocado en lo que los expertos llaman la ‘pasaportización’ de la política rusa a través de la “creación de nuevos ciudadanos a los que proteger”.

También apunta como, desde que Putin volvió a la presidencia en 2012, ha desarrollado en torno a los países europeos postsoviéticos una política basada en recompensas y castigos, de tal forma que si estos “se portaban bien” y no cuestionaban el Statu Quo favorable a Rusia recibían del Kremlin el derecho a desarrollar una política interior con cierta autonomía. Sin embargo, países como Georgia, Moldavia o Ucrania, que han firmado acuerdos de colaboración con la Unión Europea, lo han pagado con bloqueo comercial y energético, entre otros.

Asimismo, recuerda Claudín, en línea con lo anterior como la popularidad Unión Económica Euroasiática, el proyecto Faro de Putin, es minoritaria –un 29%- comparada con la aceptación de la Unión Europea –que registra un 60%- o la ONU y la OTAN, que cuentan con un 485 y un 42% respectivamente.

En cuanto a las relaciones entre Rusia y la Unión Europea, Carmen Claudín puntualiza como las políticas desarrolladas por la Unión Europea durante las dos últimas décadas, orientadas a establecer relaciones pacíficas y cooperación con Rusia, ha condicionado a los países europeos del espacio postsoviético. Esto se debe, según la ponente a que “A la hora de diseñar esa política, Bruselas y algunos Estados miembros, siempre han tenido en cuenta el factor no molestar a Rusia”.

Sin embargo, tal y como concluye la analista, “la experiencia demuestra que este empeño no solo ha llevado a un impase las relaciones entre la Unión Europea y Rusia, sino que, además deja muy expuestos a los países de una vecindad supuestamente compartida con el resto de Europa”, responsabilizando al Kremlin del aislamiento de Rusia en Europa y recordando la responsabilidad de los Estados miembros con los intereses y los derechos de los países pertenecientes a esa franja de seguridad rusa.

Sofía Alfayate