A principios de año, Cuba comienza la aplicación de una serie de reformas económicas después de más de cinco años sin cambios en la política económica del país. Lo hace además en un contexto de recesión económica mundial, pero que en Cuba, tal y como aclara Pavel Vidal, “comenzó antes que la pandemia, en el segundo trimestre de 2019”, y de cambio político, ya que, desde octubre de 2019 y por primera vez en 60 años, los cargos de Presidente de Cuba y Secretario General del Partido Comunista del país no están ocupados por un miembro de la familia Castro, sino que recaen sobre Miguel Díaz Canel.
La reforma económica se sostiene sobre dos pilares. Por un lado, la apertura del sector económico no estatal, que pasa de permitir en torno al centenar de actividades profesionales a más de dos mil, lo que tendría un impacto positivo en la generación de empleo en el país y el estímulo de la iniciativa empresarial privada a través del establecimiento de un marco jurídico que las reconozca como personas jurídicas. Por otro, una reforma en el sistema monetario que supone el fin de la doble moneda y del peso convertible, que implica una devaluación del peso cubano en 24 puntos.
En este escenario, Pavel Vidal considera que, “si bien las reformas económicas pueden considerarse estructurales, estas no van a mover a Cuba hacia un modelo de economía de mercado”, sino que el país va a continuar “atrapado” entre el socialismo y el capitalismo, y sin beneficiarse por tanto de las ayudas procedentes de la Unión Soviética en tiempos de la guerra Fría, ni de Venezuela posteriormente, pero tampoco de las ventajas del libre mercado, sufriendo además, las sanciones impuestas por Estados Unidos, que, en palabras de Vidal, “asfixian la economía cubana”.
La situación le lleva por tanto, a plantearse, hasta qué punto son las actuales reformas económicas un reflejo de las emprendidas durante el gobierno de la familia Castro o si, en este caso, podemos hablar de cambios reales, que repercutan en la economía del país y su relación económica con el resto del mundo.
A la hora de establecer una valoración entre continuidad y cambio en Cuba, Vidal observa aspectos que le recuerdan a reformas anteriores, tales como la fragmentación en las mismas, aplicándose a menos sectores de los que serían necesarios para una obtención favorable de resultados, y a la ambigüedad estratégica del gobierno, que no establece el objetivo final que persiguen, lo que muestra una falta de consenso político y frena la inversión extranjera.
En cualquier caso, Pavel Vidal destaca dos aspectos novedosos que, aplicados a las decisiones futuras, pueden tener un impacto real en la mejora de la economía cubana y la reducción de la desigualdad. Por un lado, la devaluación de la moneda nacional es una reforma irreversible, tiene una aplicación transversal para el conjunto de la economía cubana y sienta las bases para una toma de decisiones más eficientes. Por otro lado, la situación política del país derivada del cambio de líderes, que, al no contar con la legitimación histórica que tenía la familia Castro, deben buscar esa legitimidad en la obtención de resultados. Además, la Constitución cubana de 2019 establece que ningún dirigente puede permanecer en el cargo durante más de dos mandatos, por lo que Vidal considera que esa pertenencia temporal a las elites del país, puede llevar al nuevo presidente a lograr un cambio real del que beneficiarse cuando deje de formar parte de la élite política cubana.
De momento, la reforma de la política monetaria ha provocado lo que Pavel Vidal define como un shock de transparencia, al demostrar que el sector estatal no resulta económicamente viable en Cuba. Este hecho le lleva a vaticinar que casi la mitad de empresas públicas cubanas van a acabar el año 2021 registrando pérdidas, en parte debido a la alta dependencia de las mismas de los bajos salarios y los subsidios para seguir funcionando.
Habrá que esperar, por tanto, para observar el efecto real de las reformas económicas en el país, que depende en gran medida de la evolución de la pandemia y de que Cuba alcance un nivel de inmunidad que permita que la actividad económica y turística vuelva a funcionar con relativa normalidad.
Sofía Alfayate