La defensa, pese a ser un pilar imprescindible de nuestra sociedad, no se percibe con la misma cercanía que otros elementos del Estado. Se trata de un bien público intangible que no se entiende como un asunto de Estado, pero del que derivan cuestiones como la libertad o la democracia. Esto se debe a varias cuestiones.
En primer lugar la normativa ha ido evolucionando, pero todavía no ha llegado a una regulación comprehensiva de todos los aspectos de la defensa. El cuerpo legal empezó a formarse al respecto en los 80, recogiendo los criterios básicos militares y definiendo la defensa como la acción coordinada de energía y fuerzas morales y materiales contra la agresión, para garantizar la unidad, independencia y soberanía del Estado, protegiendo tanto a la población como los intereses de la patria. Desde entonces las diversas reformas han ido ampliando el ámbito, desarrollando nuevas dimensiones y adaptándose a las realidades sociales. En 2003 se incluyeron los intereses estratégicos del Estado; en 2005 el concepto de seguridad; en 2011 se incorporaron las estrategias con aliados; en 2017 la estrategia de defensa. Aun así todavía queda mucho camino para la legislación.
Para poder modernizar nuestro enfoque y desarrollar una estrategia de defensa efectiva tenemos que tener en cuenta diez cuestiones, divididas en tres sectores: Estado (Política, Administración y Diplomacia), Sociedad (Cultura, Ética, Sociología y Educación) y Economía (Economía, Industria y Tecnología). Por otro lado, hay una “laguna institucional” en lo que respecta a la Comisión de Defensa del Parlamento. En muchos otros Estados es quien se ocupa de la definición del plan de defensa y la primera autoridad en la materia. En el caso español estas responsabilidades competen al Ejecutivo, y la Comisión realmente no realiza ninguna actividad. Somos una democracia joven y todavía no están bien definidas estas funciones.
La diplomacia por ejemplo no está integrada en la estrategia de defensa. Tras la profesionalización de los ejércitos y su disociación de las decisiones políticas, cambiaron los conceptos de guerra y paz. La guerra comenzó a entenderse no sólo como un conflicto físico, sino también como las presiones que los estados ejercen sobre los demás; la paz se convirtió en un concepto positivo, no sólo la ausencia de guerra. A partir de esta evolución nacieron enfoques más diplomáticos para afrontar cuestiones de defensa, como el soft power de Joseph Nye. Sin embargo, éstos aún no se han integrado dentro de la estrategia de defensa como tal, sino como políticas de acción exterior.
Por último, en España no hay una cultura de defensa socialmente extendida. Es un ámbito ajeno a la población, al contrario que otras cuestiones como sanidad o la educación. No es habitual, como en otros Estados, encontrarnos al ejército por las calles realizando funciones de seguridad y defensa, sino que son tareas que adjudicamos al Ministerio de Interior. Es importante trabajar en el conocimiento de la sociedad sobre las tareas que realiza el Ejército; elaborar un plan de comunicación para dar a conocer la actividad de la defensa; y comprometer y concienciar a todos los niveles de la población, especialmente a las personas a cargo de la elaboración de políticas y formulación de leyes, así como de la definición de los planes de actuación internacional.
Sara Soto
INCIPE