Siguiendo la colaboración con el Programa Mundial de Alimentos (World Food Program), la organización humanitaria líder en la lucha contra el hambre en todo el mundo, este segundo Desayuno de Trabajo sobre este tema tan trascendental ha puesto el foco en el plano más operacional y logístico que el WFP lleva a cabo para poder desarrollar su importante misión a escala global.
Como ya se venía advirtiendo, aunque las cifras arrojan una mejora general en la erradicación del hambre y en proporcionar seguridad alimentaria, lo cierto es que estamos ante la primera ocasión en la que el hambre ha aumentado desde el año 1990, por lo que los desafíos a los que nos enfrentamos son muchos y cada vez más complejos. Por ello, es necesario llevar a cabo un profundo ejercicio de sensibilización y de integración de estas acciones en las distintas políticas públicas de todos los gobiernos.
En términos cuantitativos, las cifras de las que el WFP dispone parecen cada vez más alentadoras, aunque siguen siendo insuficientes: unos 7.000 millones de dólares al año para la consecución de todos sus objetivos (además de las distintas donaciones que recibe); más de 16.000 personas, 92 aviones, 40 barcos y alrededor de 5.000 camiones que ayudan diariamente a desarrollar el trabajo de campo que el Programa realiza para hacer llegar alimentos y otros recursos a las personas más necesitadas, utilizando como motor principal la Red Global de las Naciones Unidas.
Los principales problemas a los que se enfrenta en cuanto a su cadena de suministro radican en la dificultad de acceso a muchas áreas, ya sea por la acción de catástrofes naturales, la existencia de zonas de guerra y grupos terroristas (como el ISIS o Boko Haram) o la simple negación de algunos gobiernos a recibir ayuda por diversas cuestiones políticas. Esto conlleva a que la entrega de alimentos sea extremadamente costosa o complicada; Sudán del Sur, Yemen, Siria o la República Centroafricana son solo algunos ejemplos en los que estos obstáculos se traducen en unas emergencias continuadas donde la actuación del WFP es vital cada año, pero es también cada vez más difícil. Asimismo, las emergencias son cada vez más complejas, y el tiempo general de actuación (de 24 a 72 horas) a veces se convierte en mucho más de lo debido. El tiempo de respuesta está condicionado al tipo de acceso que se tenga, la cantidad de personas afectadas y las necesidades que sobrepasan a los gobiernos de cada región.
Es por todo ello por lo que se insiste en la importancia del posicionamiento preventivo y de la anticipación a todas estas situaciones: alimentos, medicinas, tiendas, refugios… Toda la preparación que se pueda perfeccionar creará un marco mucho más capaz de hacer frente a estos problemas. El objetivo es crear resiliencia para reducir las emergencias e incrementar los proyectos de desarrollo. Para ello, es imprescindible una integración plena de los poderes públicos con la sociedad civil y una coordinación eficaz con otras organizaciones, ONGs y sector privado. Es importante reconocer el valor y los grandes logros que ha supuesto la labor del WFP, pero mucho más importante es adaptarse y asumir todos los retos que quedan por delante.
Andrei Rosca