Alexey Gromyko comienza su intervención haciendo un balance sobre el contexto en el que se desarrollan actualmente las relaciones entre Rusia y la Unión Europa, con problemas heredados de la crisis de 2008 y que la crisis de demanda y suministro provocada por la pandemia de la Covid-19 no ha hecho más que agravar. Además de un aumento de la rivalidad estratégica entre Estados Unidos y China que, según considera, “continuará aumentando independientemente de quien ocupe la Casa Blanca” y una serie de procesos de desacople estratégico cuya razón principal es China. En líneas generales, un orden mundial en el que no se puede predecir a diez ni cinco años vista cuál será el equilibrio de poder ni quiénes serán los países dominantes del sistema internacional.
En este contexto, afirma Gromyko, Rusia, como actor global, tiene que involucrarse en los asuntos internacionales, pero, manteniendo al mismo tiempo su autonomía en los procesos de toma de decisiones, y alejada de la narrativa de la bipolaridad entre EE.UU. y China. Asume también que las relaciones entre Rusia y la UE no están en su mejor momento. No obstante, considera que, entre ambos, hay menos divisiones fundamentales de lo que mucha gente considera hoy en día y que, de hecho, durante un largo periodo Rusia y la UE persiguieron una política de compromiso estratégico. Desafortunadamente, la tendencia ahora mismo no es esa, y, ni las amenazas comunes como el terrorismo o la Covid-19, han ayudado a reducir el distanciamiento, sino que las relaciones están cada vez más deterioradas.
Desde su punto de vista, esto se debe a tres situaciones. En primer lugar, a que actualmente, la política mundial se centra más en las divergencias que en las convergencias de los actores internacionales y regionales. En segundo lugar, expansión de los procesos de desacople estratégico, y por último, en la forma en la que la Unión Europea aplica el principio de solidaridad. Gromyko considera que aplicar el principio de solidaridad para formar un frente europeo común cuando un estado miembro hace alegaciones contra Rusia “por problemas domésticos o de otro tipo” es una forma de debilitar ese principio y no de fortalecerlo.
En cuanto a la visita de Josep Borrell a Moscú, Gromyko considera que, pese a que las conversaciones diplomáticas fueron favorables, “los medios se centraron solo en la conferencia de prensa, que fue interpretada por los medios europeos de muchas formas negativas” y culpa a “los Estados europeos que no quieren una mejora de las relaciones entre la UE y Rusia bajo ninguna circunstancia”.
Recae, por tanto, la responsabilidad de mejorar las interacciones entre Rusia y la UE, en aquellos países que sí están dispuestos a mejorarlas, plantea el ponente. “en este momento no hay nada que indique que exista un potencial de mejora de las relaciones entre ambos desde dentro, pero hay signos de esperanza provenientes desde el exterior”. Destaca en este sentido que, pese a que queda mucho camino por recorrer antes de poder hablar de relaciones bilaterales normales entre EEUU y Rusia, el encuentro en Ginebra el pasado 16 de junio entre Biden y Putin pueden ser “los primeros pasos en la dirección correcta”. Pese a que el encuentro se celebró en términos bilaterales, Gromyko considera que puede tener un efecto positivo en la próxima cumbre entre Rusia y la Unión Europea y en la posibilidad de que se celebre un encuentro entre los cinco miembros permanentes del consejo de Seguridad de la ONU. Señala, para terminar su intervención, cuales podría ser los caminos de esa reactivación de las relaciones entre Rusia y la Unión Europea, marcados por el dialogo, la diplomacia, y la responsabilidad compartida de los Estados Miembros de la UE y la OTAN.
Sofía Alfayate