Mientras la Unión Europea ha decidido levantar el embargo de armas a Siria, la complejidad de este tráfico revela lo que Griffiths calificó como una “historia secreta”, similar a la que acompañó a otros conflictos, como el de Bosnia, cuya dimensión real solo trasciende a través de las partes más visibles y mediáticas.
Antes del estallido de la guerra civil, la importación de armas por parte del gobierno sirio se incrementó en más de un 300%, con Rusia como el principal proveedor, seguida a gran distancia por Irán. Hoy en día, y como demuestran algunas intercepciones de material, Moscú sigue dotando al gobierno de Bachar al-Asad con medios de defensa. Irán, por su parte, desempeña un papel clave también en el suministro de petróleo, una fuente de financiación crucial para el régimen.
La investigación de Griffiths, centrada en el monitoreo de registros de controles aéreos y marítimos, subrayó la importancia del mercado de armas libanés como uno de los principales puntos de abastecimiento de los rebeldes sirios. Además, señaló el apoyo financiero de los Estados del Golfo, que facilita la adquisición de armamento pesado por parte de los opositores, incluyendo misiles superficie-aire.
La naturaleza de algunos de estos grupos no estatales, junto con la influencia de otras regiones inmersas en crisis profundas, como Libia, cuya vasto arsenal circula a través de las porosas fronteras del Sahel y Oriente Medio, representa un desafío continuo para la comunidad internacional.
El desayuno concluyó con un coloquio en el que participaron representantes de diversos sectores. Durante el debate se abordaron temas como el cambio de postura de la milicia chií libanesa Hezbolá a lo largo del conflicto, la relevancia del stock armamentístico de Gadafi, y el papel de Israel en este complejo escenario.
Aranzazu Álvarez