El pasado 24 de junio de 2025, INCIPE celebró una sesión virtual titulada “La estrategia de transición energética de la Unión Europea”. La ponencia estuvo a cargo de Nemesio Fernández-Cuesta, técnico comercial y economista del Estado, exsecretario de Estado de Energía y expresidente de Eolia Renovables, entre otros cargos. En la actualidad es Senior Energy Advisor de Alantra Partners. La sesión fue presentada por Ricardo Díez-Hochleitner, secretario general de INCIPE, y tras la intervención inicial se dio paso a una ronda de preguntas moderada por Vicente Garrido, director general de la Fundación.

La actividad, desarrollada en español, congregó a una audiencia interesada en profundizar en las implicaciones económicas y medioambientales de la transición energética, especialmente en Europa, uno de los actores clave en este ámbito a nivel global.


Fernández-Cuesta, experto consolidado en energía y cambio climático con amplia trayectoria en los sectores público, privado y académico, ingresó en 1981 en el cuerpo de Técnicos Comerciales y Economistas del Estado. Ha sido secretario de Estado de Energía, además de responsable durante más de 20 años en áreas comerciales y de exploración y producción en Repsol, donde fue número dos de la compañía. Asimismo, ha ocupado cargos como CEO y presidente del Diario ABC, vicepresidente de Vocento, CEO y presidente de ISOLUX Corsan y presidente de Eolia Renovables. Actualmente, preside el Consejo Asesor de Engie España, forma parte del Consejo Asesor de Llorente y Cuenca y es Senior Energy Advisor de Alantra Partners. Además, ejerce como profesor en IE University y Universidad Carlos III.


Nemesio Fernández-Cuesta inició su intervención destacando la importancia del efecto invernadero para la vida en la Tierra, señalando que, sin la retención del calor atmosférico, las temperaturas nocturnas caerían drásticamente, imposibilitando la existencia. Explicó que en el siglo XIX el científico británico John Tyndall descubrió que, además del 99 % de oxígeno y nitrógeno que compone la atmósfera, existe una pequeña proporción de gases como dióxido de carbono (CO₂), metano y óxidos de nitrógeno, esenciales para retener calor. La medición del CO₂ comenzó en 1958, evidenciando un ciclo anual con emisiones más elevadas en invierno y menores en primavera, así como un aumento sostenido desde 1850, coincidiendo con la Revolución Industrial, alcanzando niveles sin precedentes.


Actualmente, los tres grandes combustibles fósiles —carbón, petróleo y gas natural— representan más del 80 % del consumo energético global, con una demanda creciente en los últimos años, salvo una caída puntual en 2020 debido a la pandemia. Por su parte, las energías renovables crecen a ritmo acelerado, con una tasa anual promedio del 11,7 % en el último lustro, aunque su peso frente a los combustibles fósiles sigue siendo reducido.


Las emisiones de gases contaminantes, incluidos CO₂, metano, óxidos de nitrógeno y carbono, continúan aumentando, salvo oscilaciones negativas durante la crisis financiera (2008-2009) y la pandemia (2020). China concentra el 31 % de las emisiones globales, seguida por Estados Unidos (14 %), India (8 %) y la Unión Europea (7 %). Fernández-Cuesta destacó que, mientras la UE y Estados Unidos han reducido sus emisiones, la mayoría de países las incrementa, y que siete países concentran el 70 % del total.

Este aumento ha provocado un incremento de la temperatura media global, que en 2024 alcanzó 1,6 °C, siendo el año más cálido registrado. Se estima que para 2100 la temperatura podría subir hasta 3 °C. En un escenario en que se cumplan todos los compromisos nacionales, incluidos aquellos condicionados a la recepción de ayudas financieras —entre ellas el acuerdo de la COP que contempla la financiación de países desarrollados para apoyar la transición energética de países en vías de desarrollo— la subida se limitaría a aproximadamente 2,6 °C. Fernández-Cuesta calificó este escenario como poco probable, ya que China y Estados Unidos no forman parte del acuerdo, y la UE enfrenta crecientes retos presupuestarios relacionados con defensa, lo que dificulta el compromiso de triplicar la ayuda financiera a países en desarrollo.


Fernández-Cuesta señaló además que la transición energética implica no solo políticas de mitigación, sino también de adaptación, para preparar nuestras economías a convivir con un aumento global de temperatura. En España, recomendó invertir en políticas hídricas: mejorar suministros y trasvases, tecnificar regadíos, y ampliar las infraestructuras de potabilización y desalación, con el objetivo de minimizar el impacto económico de una subida de hasta 3 °C.


Entre las soluciones, Fernández-Cuesta destacó el incremento del consumo eléctrico, clave para la transición, ya que la electricidad puede generarse sin emisiones a partir de energías renovables, cuyo coste de producción es menor. En cabeza están la solar, seguida por el ciclo combinado de gas —competitivo solo en Estados Unidos, dado que en Europa su precio es hasta cuatro veces superior—, la eólica y la solar híbrida con baterías.
Para lograr una producción eléctrica descarbonizada, es necesario un sistema que combine generación firme y variable, con combustibles renovables junto a otras fuentes que proporcionen flexibilidad. En 2024, España alcanzó un 57 % de generación renovable y un 77 % de generación sin emisiones, sumando la nuclear. Para avanzar hacia un sistema totalmente descarbonizado, Fernández-Cuesta señaló tres requisitos: prolongar la vida útil de las centrales nucleares —que generan electricidad barata y sin emisiones—; desarrollar almacenamiento mediante baterías y bombeo hidráulico; e invertir en redes de transporte y distribución.


Además de la electricidad, existen otros combustibles renovables como los biocombustibles clásicos (etanol y biodiésel) y avanzados, además de gases renovables (biogás y biometano), producidos a partir de residuos orgánicos. También destacó la gasificación de materia orgánica como vía complementaria. Sin embargo, estas alternativas aún son costosas y generan emisiones, aunque inferiores a las de los combustibles tradicionales.


Finalmente, Fernández-Cuesta abogó por una política energética que garantice un suministro seguro y económico, promueva el desarrollo mediante el consumo de energía limpia, pero sin perjudicar el crecimiento económico. Subrayó la pérdida de competitividad industrial en Europa, donde el coste eléctrico triplica al de Estados Unidos y China, y criticó la “política del palo” europea que incrementa los precios de la energía sin ofrecer alternativas tecnológicas viables, lo que afecta negativamente la competitividad.


Comparó este enfoque con el estadounidense durante la administración Biden, basado en incentivos fiscales para cubrir costes tecnológicos, y el chino, que mantiene el carbón para sostener su competitividad y lidera la producción de minerales críticos y tierras raras. Fernández-Cuesta advirtió que las medidas europeas más estrictas, como la prohibición de los coches de combustión, podrían aumentar la dependencia del gigante asiático.


Como reflexión final, destacó que las previsiones indican que España podría alcanzar precios eléctricos similares a los de China y Estados Unidos, lo que abriría la puerta a la recuperación de la competitividad industrial. La sesión concluyó con una ronda de preguntas centrada en interconexiones energéticas en Europa, energía nuclear y calentamiento global.

Aranzazu Álvarez