El proceso de integración europea es un proceso de integración permanente, es decir, dinámico. La Unión Europea no debe de cesar en promover más integración y cohesión entre todos los países miembro, para ello es vital retomar la idea de una constitución europea que otorgue mayores competencias al Parlamento Europeo, como sede de la voluntad de todos los ciudadanos europeos. El proceso de integración europea no puede parar, aunque eso no significa que no pueda dar pasos atrás, algo que se ha confirmado con el Brexit. En este último caso, el Brexit ha supuesto un duro golpe para la Unión Europea, siendo el Reino Unido la segunda economía de la Unión. Durante la consulta celebrado en Reino Unido, los ciudadanos mayores de 55 años fueron los que, en su mayoría, votaron a favor de abandonar la Unión Europea; mientras que la población joven, pese a aun teniendo un gran porcentaje de abstención, abogó por permanecer en la Unión. Dichos resultados son un claro ejemplo de una falta de solidaridad intergeneracional.
Asimismo, han surgido paralelamente movimientos pro europeos como “People´s Vote” dentro de la sociedad civil británica, recogiendo más de seis millones de firmas y reuniendo en Londres más de un millón de manisfestantes a favor de un segundo referéndum. Esta moviliciación evidencia la fractura social que el Brexit ha provocado en el Reino Unido. Nadie sabe cómo acabará el Brexit, pero lo que sí se sabe es que la población pro europea está luchando por permanecer en un proyecto de futuro con el resto de Europa.
La Unión Europea, si ha fallado en algo, ha sido en la comunicación con sus propia ciudadanía. La UE es una gran desconocida para muchos ciudadanos europeos y muy pocos conocen su verdadera labor. Ante el auge del euroescepticismo, los partidos europeístas deben de apostar por acercar Europa a sus ciudadanos y demostrar que la Unión Europea es un proyecto al que merece la pena pertenecer.
Iñaki Goenaga