En un país donde la guerra no cesa, los derechos de la población afgana se ven mermados y, en especial, los de las mujeres, siendo las más vulnerables del país. Por mucho que el país haya experimentado avances en distintos ámbitos, la población sigue sufriendo los desastres de la guerra y la falta de acuerdo entre el gobierno afgano y los talibanes. Frente a un gobierno débil y la influencia talibán, el camino hacia unas negociaciones de paz fructíferas son difícil. Así pues, el primer paso para avanzar en este proceso sería a través de reforzar las instituciones del Estado y la consecución de un gobierno legal; gracias al que se avanzaría bastante en materia de derechos de las mujeres.
Sin embargo, podemos encontrar datos positivos en ámbitos como la educación o acceso al trabajo. En los últimos años, se ha producido un incremento del número de estudiantes en las universidades y cabe destacar el porcentaje de mujeres estudiantes en 2018, situado en el 38.85%. En cuanto al acceso al ámbito laboral, las mujeres acceden a más puestos de responsabilidad en diversos sectores como instituciones nacionales, las fuerzas armadas o la policía. Si bien el peso que representan en estos dos últimos es menor.
Pese al avance, en la actualidad son varios los factores que impiden a la mayoría de mujeres el acceso: barreras culturales que implican discriminación o la carga doméstica, la falta de seguridad, la carencia de centros escolares o universidades, la debilidad económica o la falta de consentimiento por parte de la familia, entre otros. El problema también radica en que el propio gobierno no tiene los medios o la capacidad para mejorar la calidad de la educación, a lo que se le suma la enorme corrupción, en muchos casos ética y moral. La sanidad y su acceso son otro de los innumerables retos a los que se enfrenta al país. Las mujeres continúan teniendo muchos impedimentos para un acceso regular, siendo la mortalidad materna muy elevada. El problema otra vez, es la corrupción. La corrupción se erige como uno de los mayores problemas del gobierno a la hora de enfrentarse a estos retos.
En términos generales, las cifras son positivas y esperanzadoras que demuestran avances significativos. Si bien queda mucho camino por recorrer, lo importante es fijarse en el punto de partida. Sirviendo de ejemplo podemos considerar la caída del régimen talibán en 2011, cuando no había ninguna mujer en el sistema educativo. En la actualidad, la mujer va recobrando poco a poco derechos y tiene cada vez más visibilidad en el ámbito educativo y laboral. Todo ello no sería posible sin la labor de mujeres como Shukria Jalalzay, que luchan cada día por el empoderamiento de la mujer en Afganistán. Asimismo, cabe recordar la importancia de la ayuda de la comunidad internacional, ya que sin ella, sería muy difícil progresar. Por último, los esfuerzos hacia la consecución de unas negociaciones exitosas entre el régimen talibán y el gobierno son determinantes para el futuro Afganistán y de las generaciones venideras. La sociedad afgana ya está preparada para el cambio, pero al final, todo es cuestión de tiempo y esfuerzo.